Durante más de treinta días, GSS ha pretendido forzar la legitimación de dos Expedientes de Regulación de Empleo con el fin de preparar el terreno a una estrategia comercial de largo alcance. La familia López, dueña del grupo empresarial, no se conforma ya con el suculento botín que año tras año obtiene con los sueldos miserables que nos paga por desarrollar nuestro trabajo. Quieren más.
La competencia en el sector de telemarketing es brutal y no cejan de lanzarse picotazos unos y otros para robarse las campañas telefónicas de atención al cliente. Tiran los precios y prometen productividades fantásticas a costa, claro está, de precarizar las condiciones de trabajo de sus empleados. Y cuando esto ya no es suficiente, miran al exterior, al Tercer Mundo, buscando siempre mano de obra más barata, precaria y, a ser posible, sumisa. Cesar López, director general, que va mostrando a su padre de setenta años ante la prensa financiera como ejemplo de patrón incombustible “self made man”, ha encontrado en la última reforma laboral del gobierno de Rajoy la oportunidad de rentabilizar el negocio familiar al máximo.
Mientras a su hermano, Marco, lo tienen brindando de aquí para allá celebrando contrataciones sin cuento, él y Concha Velasco, directora de Operaciones de GSS, han encontrado en los EREs del PP el mejor medio de deshacerse de las plantillas de la empresa, para ir asentando casi todo el negocio en Perú, donde sacan los López la mejor de sus mantecas. Para ello tenían que contar con la colaboración del yerno del patriarca de la empresa, Antonio Martos, que un buen día lo nombraron director financiero, y desde aquel entonces no hace otra cosa que tratar de vender parte de las acciones de la compañía a algún grupo de inversión que transfiera mucho “cash” a las cuentas corrientes de la familia. Y es que en el fondo, para la patronal los negocios son como la sangre de los huéspedes para los zancudos, la aprovechan al máximo, y después buscan otra nueva, y más suculenta.